miércoles, 12 de julio de 2017

La recuperación de los servicios públicos.

Las privatizaciones están fracasando. En todo el mundo, la gente está devolviendo a manos públicas servicios esenciales. Los servicios públicos deben servir a las personas, no a los fines de lucro. tni.org/servicios-publicos


En colaboración con Observatoire des Multinationals, Cámara Federal del Trabajo de Austria (AK), Federación Sindical Europea de Servicios Públicos (FSESP-EPSU), Ingeniería Sin Fronteras Cataluña (ISF), Internacional de Servicios Públicos (ISP-PSI), Unidad de Investigación de la Internacional de Servicios Públicos (PSIRU), We Own It, Sindicato de Empleados Municipales y Generales de Noruega (Fagforbundet), Sindicato Canadiense de la Función Pública (SCFP-CUPE) y Proyecto Servicios Municipales (MSP-Canadá).

martes, 11 de julio de 2017

Personas mayores en la economía de Euskadi. Un estudio realizado por Maria-Angeles Durán.

El envejecimiento de la población en Euskadi y su futuro demográfico constituye una realidad que cuando menos, ocupa a responsables políticos, planificadores y expertos en estas áreas de conocimiento, por las consecuencias que puedan tener en las políticas públicas.

Este fenómeno, tiene muchas vertientes; es un éxito de las sociedades avanzadas, es un reto y hay que evitar que sea un problema.

El objeto de este estudio es analizar la situación de las personas mayores en la economía de Euskadi, desde una perspectiva similar a la propuesta por Stiglitz, Sen y Fitoussi (Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social) y a la preconizada en numerosos documentos de organismos internacionales, especialmente la Plataforma de Acción de la Conferencia de Naciones Unidas (Pekín, 1995). Un análisis desde la aportación de datos.

Para valorar la situación económica de los mayores, objeto de este estudio, hay que entender que estos desarrollan gran parte de su actividad económica fuera de economía de mercado, principalmente en la economía no monetarizada de los hogares, economía poco analizada y valorada. Este grupo de población produce servicios para sí mismos y para otras personas, estimándose que asumen más de un tercio de la carga global de cuidado en Euskadi, labor invisible y escasa o nulamente valorada.

Los estereotipos sociales no avalan estos datos; los mayores son considerados ciudadanos pasivos, consumidores de servicios públicos, no productivos, fuente de problemática económica para la ciudadanía; lejos de ello, su labor en la economía no monetaria de los hogares, poco visible y valorada, apoya el mantenimiento del estado del bienestar, especialmente en estos tiempos de crisis; producen cuidados; son los propietarios de un tercio del parque inmobiliario; son estables en recepción y gasto monetario, aportan al PIB autonómico.… Desde su trabajo en la economía no monetarizada, contribuyen a un mayor éxito de la economía monetarizada, de la cual están cuasi excluidos. Pero los estereotipos gozan de una gran fuerza; de ahí la frase del gran físico y filósofo Albert Einstein: “ ¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.”

Este estudio, publicado y financiado por el Departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno Vasco, y realizado en colaboración con Matia Instituto, tiene como objetivo último reconocer y valorar la labor invisible del colectivo humano en edad avanzada, su aportación a la economía real, en base a servicios no monetarizados producidos fuera del mercado y finalmente “desintegrar” estereotipos injustos e innecesarios.

La lucha de la mujer en el siglo XXI. Un artículo de Olivia Muñoz Rojas publicado en el País Semanal (21 de Abril de 2017).

QUÉ SIGNIFICA ser mujer y feminista en el siglo XXI? Somos muchas mujeres las que nos lo preguntamos sin hallar una respuesta única. Esto no es necesariamente algo negativo, sino el reflejo de la experiencia individual de cada una, así como de la riqueza conceptual y práctica del feminismo como tradición moderna de pensamiento y activismo que cumple casi dos siglos y medio de historia. De su tronco han ido brotando numerosas ramas a lo largo del tiempo, reflejo, a su vez, del creciente número de mujeres (y hombres) que en diversas partes del mundo luchan por la igualdad entre los sexos y debaten sobre cómo debe ser una sociedad igualitaria. La desigualdad de género se manifiesta de muchas maneras: desde la brecha salarial en nuestro país hasta la ausencia de iguales derechos para las mujeres en algunas sociedades de tradición islámica, pasando por el sexismo en el lenguaje en muchos idiomas europeos o el reparto asimétrico de las (pesadas) tareas domésticas en todo el planeta.

Entre los retos, especialmente en el mundo desarrollado, está, por un lado, no dormirse en los laureles y pensar que ya hemos alcanzado sociedades prácticamente igualitarias, y por otro, no caer en actitudes dogmáticas que, por excesivamente victimistas o excluyentes, generan rechazo entre muchas mujeres que terminan por no identificarse con la causa feminista. A pesar de la existencia de indicadores objetivos de desigualdad de género, existe la percepción de que son cada vez menos las mujeres jóvenes que se autodefinen como feministas. Para muchas de ellas, el feminismo se ha vuelto sinónimo de rechazo al hombre, la maternidad, la belleza femenina y otros valores tradicionalmente de la mujer a los que no necesariamente quieren renunciar. Ante esta noción de este movimiento como ruptura radical con los hombres (re)surgen corrientes más conservadoras, naturistas o new age que abogan por la complementariedad de los sexos y emplazan a las mujeres a asumir incondicionalmente su papel biológico de gestadoras y cuidadoras. Reivindican un lugar y una visibilidad equivalente para las actividades reproductivas y productivas, por ejemplo, espacios urbanos y laborales más amables con la crianza. Sin embargo, incurren con frecuencia en el mismo dogmatismo que se achaca al feminismo radical.

En lugar de imaginar a las mujeres como una suerte de hermandad que debe regirse por los mismos principios –la autosuficiencia absoluta o nuestra capacidad reproductiva–, algunas feministas ven a un colectivo de personas con vidas y aspiraciones diversas, que incluye también a hombres, unidos en una lucha común por la igualdad de condiciones y oportunidades de mujeres y hombres. Entre ellas, la de, como mujeres, elegir libremente nuestro modo de vida sin miedo a ser juzgadas socialmente, sea como madres, trabajadoras, solteras o las tres cosas a la vez. O, como hombres, la de asumir papeles y tareas tradicionalmente femeninos sin ser estigmatizados por la sociedad. No se puede redefinir el papel de la mujer sin redefinir el del hombre.

La minoría más grande de la humanidad sabe en el fondo todo lo que se juega y no va a cejar en su lucha

Es quizá en los países en desarrollo donde resulta más evidente que la batalla por la igualdad de género se solapa con las luchas por la igualdad social. Muchas veces son mujeres procedentes de comunidades étnicas marginales las que toman la delantera en las luchas campesinas por defender la tierra, por ejemplo. Al fin y al cabo, ellas sufren una doble o hasta triple violencia en su condición de mujeres, pobres, no blancas o étnicamente minoritarias. Suelen ser las más explotadas entre los explotados.

De la energía, determinación y visión de estas mujeres hay mucho que aprender en el mundo occidental en un momento en el que, además del riesgo de dormirse en los laureles o atrincherarse en el dogmatismo, el movimiento feminista se enfrenta a la cooptación por parte del mercado y los medios. No es el primero ni será el último movimiento contestatario que acabe nutriendo de eslóganes a las grandes corporaciones. Puede que las campañas de la marca Dove a favor de la “belleza real” femenina hayan tenido un efecto positivo sobre la autoestima de muchas mujeres. Pero no debemos olvidar que el objetivo último de las marcas no es este, sino vendernos más productos. También conviene distinguir entre un interés genuino de los medios por la causa feminista, el cual, por supuesto, hay que fomentar; y una moda pasajera que puede llegar a banalizar una lucha que lo es todo menos banal.

En un entorno político global crecientemente reaccionario, las mujeres tienen mucho que perder. Por ello, y a pesar de los retos señalados, las extraordinarias movilizaciones que se produjeron el pasado 8 de marzo en todo el mundo en defensa de las mujeres y contra la violencia machista son síntoma de que la minoría más grande de la humanidad sabe en el fondo lo que se juega y no va a cejar en su lucha.

lunes, 10 de julio de 2017

Dos generaciones que se dan la espalda (El País)

La brecha entre el voto de los jóvenes españoles y sus mayores es más amplia que nunca. Un abismo político y económico les separa y condiciona sus opiniones
 
Antes de salir para una manifestación en 2007, Pablo Padilla recibió la advertencia de su padre: “Pablo, ten cuidado, que yo sé qué pasa en las manis”. Su padre había corrido delante de los grises en los 70, cuando era estudiante de Caminos. Pablo, de 28 años, es hoy diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid, y su padre acabó trabajando en Telefónica. Sus experiencias políticas en la juventud fueron diferentes, pero marcan de manera similar a sus generaciones: los jóvenes de la Transición y los millennials. El profundo interés por la política de la generación que forman los menores de 34 años, según constatan los datos del CIS y diferentes encuestas de Metroscopia, hace prever más novedades para el futuro, además del fin del bipartidismo. Igual que ocurrió con la Transición. 

“Se ha roto el momento referente político en España que era la Transición. Ese momento ya no es inédito. Ahora hay otro. Se ha replicado con otros canales, con otra estructura política”, dice Paco Camas, analista de Metroscopia. La Transición duró solo unos años, pero su legado es profundo. María José Estrada, madre de Padilla, recuerda cómo su interés por la política decayó a finales de los 80: “Todos nos conformamos con supuestos grandes logros. Luego descubres que no es verdad. Creí que construía un futuro que no ha cuajado”, dice. CONTINUAR LEYENDO